Mircea Cãrtãrescu

 

 

 

 

SÓLO UN DÍA MÁS

 

 

con tu piel rosada, de brillos azulados

con tus braguitas de adornos floreados, 

con tu toalla persa atada a la cintura

entras en el baño: con agua y fa te lavas los ojos,

los dientes con mentol y con lux los hombros,

con obao te enjabonas las axilas desnudas.      

 

con tu pelo gris, con volutas, ovalado

con arquitrabes, con triclinio, enjabonado,

te miras pensativa en el espejo:

un trozo de inodoro, otro de bañera,

se ve una churri de blanquecinas tetas

y la sonrisa que esboza su careto.

 

abres tus ojitos, rubinstein te ayuda

pones pintalabios, nácar y cicuta

no faltan los polvos en tu dulce cara;

te peinas y, suave, se te escapa un taco

se te enreda el pelo, pasas un mal rato

esas mechas tuyas ¡ay, quién las domara!

 

tus muslos de ron, mercurio y neblinas

en el lecho esperan medias cristalinas

y vas, delicada, a hacerte un café;

la niña-mujer, ropa de lunares,

mira los neones, los escaparates,

contempla su estrella, pues sabe cuál es.

 

pones el casete al lado de la estufa

y el puchero azul otra vez escucha

un “just another day”;

la mirada clavas en los azulejos

en seda verde te arropa el destello:

luz de buena ley.

 

el café te bebes y tus uñas largas

astillan la taza: eléctricas rayas

de color granate dejas en la loza,

en la pegatina de flores rosadas,

hasta en el hornillo se ve la escarlata,

hasta en el platito, hasta en el mantel.  

 

 

y otra vez en la alcoba, te desnudas, te vuelves a vestir

 

rebuscas en el ropero, blusas bordadas y adornos de lamé y faldas de flores y chalecos forrados de seday cordones y accesorios de discoteca y camisas de gasa y cuellos fantasiosos y cuatro pares de vaqueros originales y románticos vestidos de primavera y un traje de tela escocesa casi de caballero con el que te he visto miles de veces con una corbata y con tu mantilla negra de siempre con monedas de latón y tus dos pañuelos preferidos, uno con pliegues, naranja y otro de un morado muy bonito y el vestido ancho de playa, casi transparente, tipo neckermann y combinaciones, entre ellas, la de encaje negro con la que ya te he visto, y sombreros y pieles y abrigos y velos y muselinas y la pera limonera

 

todo lo has tirado encima de la cama    

ya por fin estás superarreglada

con esos botines de fino tacón,

de color marrón.

Y al invierno sales, doméstica y libre,

sigues el tranvía hasta el I.P.M.U.E.

de vasile lascãr.

Es el instituto donde tú trabajas

ves por la ventana la obsoleta estatua

de vasile lascãr.

es un bigotudo de metal verdoso

y una musa gorda de cuerpo carnoso

le acerca el tintero;

hay enfrente un centro de reclutamiento,

un súper que vende naranjas del tiempo;

la tendera rompe la capa de hielo.

 

por la tarde vuelves a tu piso banal

nutres a los peces con velo y delantal

por teléfono llamas;

picas algo y charlas, inventando chismes

con hámsters, dóbermanes, pequineses y hombres,

con gabrielas y juanas.

 

a las cinco él te llama, contestas y sonríes,

imposible no hacerlo, así que tú sonríes

al oír por teléfono su voz de señor.

saldréis juntos a cenar o, quién sabe, al mignon

pasearéis por la nieve bajo níveo neón,

sólo que ahora ya te entra el sudor.

 

te sabes el final: tras el vino de postre

a tu casa iréis y en el lecho inerte

de la ropa escaparás;

os amaréis y se irá, pues está casado,

y, como una modelo, con el vientre tapado

y los muslos desnudos allí te quedarás.

 

te pones el kimono y el mechero buscas

te tocas un labio, el tirante te ajustas

al pitillo le das una calada;

el cenicero en forma de hoja chispea

y el humo que expulsas suave serpentea,

ahogando la velada.

(tonta, ¿por qué no te has quedado conmigo? ¿qué buscas?

¿qué esperas de la vida? ¿de verdad estás bien así?

¡ah, tonta, tonta! ya ves, todo pasó.

¡mírame! ¡mírate! ¡tienes casi 27 años (tengo casi 28)! pero no,

no es cosa nuestra

sino de nuestros demonios...

¡ojalá nos fuéramos al diablo!)

 

acurrucada en el cojín bordado

bajo el edredón de satén encarnado

tu cara,

desmaquillada, parece una máscara:

grandes párpados ovales, una boca flácida.

Y otra vez por la mañana,

 

con tu piel rosada, de brillos azulados

con tus braguitas de adornos floreados, 

con tu toalla persa atada a la cintura

entras en el baño: con agua y fa te lavas los ojos,

los dientes con mentol y con lux los hombros,

con obao te enjabonas las axilas desnudas.      

 

 

traducido del rumano por Rafael Pisot y Cristina Sava

 

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