REYNALDO JIMÉNEZ
(Lima, Perú 1955; reside en Buenos Aires)
Un alcaudón
(1992-2003)
escribo un libro
llamado Bastardilla.
la
mosca y otra polilla se pegan a la estera,
es
decir a la pantalla (tela) a la que adhiero:
¡incólume tea, tu pestañeo, a hierro mata!
pero roer es un decir, querer cribar un hambre
llamado Libro: preña esta galaxia de ocasos
y
oscuras cosas que a su Gea gimen, un río
de
risas deletrea la muchedumbre que respiro.
reos astrales adentro, suele ocurrir, a las puertas
del
suceso, que por ser alga la gema de puro
amor queme a la vuelta: en cada esquina se da
la
cita perdida que lleva en su seno
la
marca de alguna letra, como en el anca,
arco fangoso, de fuego, en el acre lamido
de
unánime animal, en esta pieza
o
en cualquiera de aquellas otras llamando.
borro ya amando más en lo que ignoro, tejo
con
oro del temor una serie de sierpes
similares en parte y ensarte a unas sibilas
roídas, oídas sílabas, pues quizás
hace frío: en cuánta constelación,
bajo el khôl de la tiznada luz que años
ha
en el recodo se castiga, esculpe
una
melodía parecida al sol, y allá
se
planta, sin acudir cantiga a la garganta,
por
advenir hasta la hora de la borra
en
el sarro de grumos donde la letra
se
cuece, ya ninguna, entre las patas
de
araña de la aurora, o en confiscado
devenir para que ahora sin mañana
ni
souvenir ni maña asome, a gatas
con
la hora lupa o con la entraña.
por repetición este
libro ahueca un abismo anticipado,
ensimisma y avispara al desocupador del desconsuelo.
aquí el centro en un haz de fumarola, las vacías camisas
reunidas en huelga, a la deriva apenas de caer, rendidas
a
la cola eléctrica del día; los bichos se pegan, impactan
rayas de insomnio contra la límpida mañana: heráclita,
esta hora —ímpetu en blanco— arroja letras al ocelado río
que
descorre en abanico un voluble secreto, asoma
al
resplandor con su proyecto de umbras, sube el volumen
de
somáticas guerras frías. así el devenir inclina: su bravata
arrecia oceánicas preguntas: así un detenimiento, luego
reinicio acuoso del milagro, adonde podría verse (pero
no
sé ver) perfecta la espesura del envés
que
prima el radio de acción que infrasujeta,
hasta que aquiétase, máscara en haces, lo idéntico.
y
estas frases: remolinos de remos sin orilla.
la
semilla no descansa, entre veloces tratos es fiera herida,
aunque espero, siempre, que la trama tragadora algo traiga:
esa
brisa nocturna premedita queda, sin fin, el humo
de
esto perdido en el intento si salta por no situar.
enciendo pues el foco y sobrevuela, hasta posarse tableteo
de
ráfagas: plata, late círculos simétricos, anamor sin foso
los
ojos fijos, quebradizos, la mariposa salió de
mí;
ahora desmira. desde los altos, la niña
súbita despierta anciana en medio de la llanura nocturna:
alerta el maná y desde cuándo la parca despierta la acompaña,
justo al borde de la cuna, llamando a su mamá, the moon,
que
estas cosas aún escucha.
hasta el borde del
libro que nadie leyese:
«si
cerrara los labios, abriera el ojo, si hubiese
alguien en mí, si alguien supiese
hacia qué crece…»
las
cacerías dejan huella, se sacude la piel de tierra
de
nuestras fiestas feraces y las calladas bestias comparten
laguna antes de entrar a su Sahara Samsara Samsa:
«soy la erosión que te acapara, soy la rabia en oración…»
la
última llave fue esta hoguera, y es ahora
una
espera a la margen del ara, donde no resta
sino el ave del verbo que demora en su procura
esta hora en que memoria enamorada ya moría.
al
orar raer el calor del centro mente sinuosa
fiebre con mirar con pupilas de infante se contenta,
como se apaga lo que antes horadara y a las liebres
antes y ahora incanta: junto a la orquesta de chispas,
filtros de toda suerte de espacio para estar, otra
vez, porque de pronto ésta, la lejanía, talla, constela
el
cuerpo clandestino de los frutos, la intestina batalla
que
aun doméstica dormida queda al lado de su bestia.
tan
lento el pensamiento desconoce, sin pasaje los puentes
se
hacen, donde cruzar el roce es imposible pero letal
sería no intentarlo. a tientas, también, extraña se hará extra
la
agonía, para que al laberinto dé un solo instante
roce de sinos, las sílabas
del
libro vertebrales.
el tesoro (oro) en la
isla de Caras.
lo
inane del gesto, el ducto del eco
por
donde pasa la acción en cuanto
nubes para pastar discursos.
pero el óxido su otra mitad afecta
y
la esfera rompiente de esperas,
colibrí hacia el aura de Dafne,
riega sus flores sin negarlas.
quepa un corazón que pareciera
otra cosa, o rosácea pérdida
entre horizontes hace instantes
o
cuando aparte las lianas:
confidencia y alta sed, los tiempos
comparecen o se hacen agua
ante la copia del espacio que no es
todavía, o no será, o sólo encierra.
traído a raíz, en un tris de sombra:
avisos de un gemelo espacio,
me
detengo a observar lo que fue-
ra
toma en cuenta, se da en el giro
de
un sigilo espoleante, escuela
furtiva que no deja signo,
vuela en la llama de un siglo sin peso
ni
espesor, y perdura si rota
el
momento unísono de mirarnos.
nítido a destiempo gemino y escucho.
esto estará ciego si persiste la hora,
descuenta pasos: ¿desasirse es así?
el
solo instante tiene orejas de liebre
y
patitas que afilan la huella: —ah,
la
piedad, la pieza entera que se hace
llama, y los que tocan a la puerta
y
quien se sienta no falta a la mesa
del
ocio ciego de goce, sin embargo,
tal
un acto que perdiese
a
los actores, el río arrastra
hasta el fondo de lesa morada, no
merma y trae lo que devuelve y casi es
momento de estirarse, salir ya de aquí,
circundar la expectativa ovario de la duda,
rápido, para mezclar cenizas.
se
perfuman respuestas, se disipan.
la
noche tiéndese, su costa de esteras
apenas finge tatuaje: está despierta.
retorno en caída de
la ceniza al hueso,
soltar la guerra quiero: adonde vaya, al paso
en
los recuerdos sale, lapsos, sarros de nadie.
dejar atrás todo dominio sin que la súplica
estados de su espuela rija nuestras sangres
mezcladas con tamices hijas de la hoguera.
pero en reinos del tributo una matriz sigue vedada:
ante el propio iluminado, abismo su mirada, dios
de
sí absorbe ausencia, ración de alerta cada día.
en
campo de minas de un minotauro tropecé, de ira
mostré el colmillo o el escudo. su pupila de anciano
simia era además la de una niña de un año.
con
vergüenza pánica escurrí entre los puestos
del
mercado: así como el big bang sin el espasmo
no
sería, años luz eyaculan, el eco de pasos hace al recinto,
el
gesto al destino: la resonancia en el acto, hueca
permanece, lentitud de quien persigue: la duda nada
sin
el doloroso dorso del don de parir sabiéndolo:
¡bendita ira que despiertas, en tanto hachazo
de
certeza! aún innómine el desierto en que no supe
ante la sacra flora prosternar, guirnalda de apenas ojos
aplacara al Tirano que roe, inseguro comedor
de
sus miembros: «cuánto más he de perderte,
paciencia, en la santísima batalla que acapara».
pero sumido igual, en ileso hechizo
de
costumbres, esta danza
trazo, muerdo el freno.
despierto perforado
por la luna
el
lóbulo frontal de un lobo suena
y
porque muda edad por dentro
insomnio en anillos en Amnios
pero a la más frágil gruta se retira
del
miraje sierpe haz de un solo fauno
otra vez fauce en ella misma
te
convierte
a
su leche obscura tu semblante
va
doncella al otro semejante
abismo siempre sigiloso y
con
vigilia
a
tu lado despierto mutilado
tiento a roerme en tu piedra
el
cerebro late y aglutina
condiciones nexas y los nudos
aquellos de sonido filamentos
cruzan luciérnaga certeza
para hacerse al propio
tiempo amor en su cautiva
por
el sudario del ausente siglo
los
latidos ya dispersa la veranda
si
despierto
filtrada luna el solo hueso
(una más que me hará hombre
es
decir pulpa que secreta insacia
con
la fija idea de esplendor
acá debajo)
a
la duración a sangre fría
en
el acto a este otro espacio
despierto de frases atisbando
todavía cierto no y no es sino:
¿viste la llena? su vecino soy
e
ido medio vuelto del reverso
del
envés acuario
de
zodíacos lugar tan estrellado
Reynaldo Jiménez
(Lima, Perú). Vive en Buenos Aires desde 1963. Codirige la revista y
sello editorial tsé=tsé. Sus últimos libros son: 600 puertas
(1993), La curva del eco (1998), La indefensión (2001) y
Musgo (2002). Vía paralela: Atlántico pacífico (poesía y
música electrónica con Fernando Alde).
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