LUISA FUTORANSKY
(Buenos
Aires, Argentina, 1939)
FOTO SEPIA
Así debimos
de haber permanecido
con una
pequeñísima imperfección que nos haría sublimes, inmarcesibles: el
volado del calzón desparejo
un leve
fruncimiento del ceño
y la piel
tan tersa
rivalizando
con el primer durazno de estación
En algún
firmamento, así somos.
La casa
hermosa, el jardín pulcro
La rueda de
la vida brinca, reina
la flecha de
la aguja trucada, desde el vamos
pero tanto
desmayabas por jugar
que girabas
la manivela con fruición
a sabiendas
que los prodigios no eran ni de tu voz ni de tu tiempo
un mundo de
abrazos y humores exangües fue tu lote
y
confundiste géneros, meteoros con planetas,
derroche y
derrota, tan vecinos.
Entre los
pliegues vagamente celestes zurcidos de la burqa
Detrás de las escarificaciones anidan destellos de soberbia
Aquí y ahora
mi desvencijada máquina de vivir.
RESEÑA
Soy de otra
parte, otro cuerpo, otro golfo
para que me
entiendan
para que no
me entiendan demasiado
por atajos y
digresiones
escribo.
A mano
limpia. A campo traviesa.
Vivo por
circunloquios, espirales, pidiendo disculpas, permiso. Demasiado.
Tropiezo,
desentono, me repito,
adiciono
prótesis, me encorvo,
heteróclita,
minuciosa, descuidada
descartando
a manotazos, boqueando
con notas a
pie de página
inverificables.
Desenraizada
como tronco de plátano
a merced de
la borrasca, puro cráter, pura fragilidad
sin saber
echar raíces pero voy
poniéndome
en escena, fuera de foco,
por lente
cóncavo o convexo
nunca el del
arcoiris nunca el del amor correspondido menos furtivo.
El mínimo
denominador común del dolor es universal
y su raíz
cuadrada esta nuez, este rubí,
que aún
alumbra, soberbio, secreto, aunque airado
la palma de
mi mano.
LA PASANTE
Canturrea en
el paseo marítimo
los
murciélagos pasan rasantes,
no los
ángeles.
¿Quién me
referirá, que no quiero verme
en 'el
grito' de Munch?
Para existir
la pasión exige un testigo
un pasante
la caníbal
CAJA DE CAUDALES
Lazdrar es un verbo
intransitivo
que significa padecer y sufrir
trabajos y miserias.
Almear en cambio es reflexivo
y supone llevar consigo, de paseo, su propia alma.
Ya es hora de que distingas, amiga, hermana mía
Cometas de arcoiris
en la tardía
primavera
A tientas
lazradora almea
y por fin,
gallarda
vuela.
SUCINTO,
PERO CON SENTIDO
Un gajo de ruda detrás de la oreja.
Homero Manzi, Manoblanca
Para
empezar, calostro
Y desde
entonces
arranco
esquirlas, espinas, cortezas
de verdad
al oriente
de mi dispersión
levitar de
goce
poner
límites /en vereda
los puntos
sobre las íes
ínfimo
amor/ínfima miseria
antes de que
el estío,
tan vivo, aproveche ausencias
para segar
de prisa
a granel
a lo loco
veme, poema,
el incandescente
oh veme
24.7.04
ARTE POETICA
El pescador
conoce de aparejos, sedales, tanzas,
cañas,
anzuelos y plomadas.
El pescador
sabe devolver al agua
las palabras
que no
sirven.
POETICA
JUEZA DE LA MI SOMBRA
Hoy día
es probable
que algo sepa
acerca de la
turbadora
vocación de
la escritura.
Pero, a
pesar mío
en esa
oración:
¿quién es el
sujeto?
El tácito
burro,
¿adelante
para que aún
se espante?
Poesía
es apenas
develar,
¿desvelar,
acaso?
la
puerilidad del resto.
ESTOFADO
Escribir con
la paciencia de un entomólogo, la displicencia de un dandy y la
febrilidad del buscador de oro.
El poema, la
más frágil transparencia nupcial.
CONSIGNAS AL NAVEGANTE
Hacer las
cosas bien,
determinar
el punto de fuga
por el que
el ojo elige
todo lo que
no elige
llegar a
buen puerto
al corazón
de los lugares
2
escribo
poemas, atlas
algunas
glorietas
aquella
filigrana del desasosiego
3
La palabra
tierra
inicua, tierra amada
dulcedumbre
Intimo,
efímero amor
efímero
pudor
LA MANO FERTIL
las plantas
como las palabras crecen en forma inesperada
por tanto
hay que modelarlas de acuerdo a su naturaleza
sin desdeñar
el azar
yuxtaponer
sin empastar, dice
mostrando
las palmas llagadas de otros brotes, otras podas
tras los
rigores del invierno, la gracia
la rosa de
Jericó es una rosa que se hace la muerta
y cuando la
asperjan
revive
con olvido
pero más que
nada
con paciencia
LA RISTRA
Con una ristra de ajíes en el muro se puede atravesar el invierno.
Hacer como que no existen los estragos del dinero, las arrugas ni la
fatiga de vivir.
Con ella se pueden machacar derrotas. Y sentarse con aparente
indiferencia en un banquito, la puerta entreabierta, desmenuzando en
hebras finísimas la urdimbre de historias enrevesadas. Pieles y
sudores afines con que neutralizar ejércitos hostiles.
Tarde o temprano los ángeles llegarán cargados de advertencias.
O promesas. Con sus cuentas de diezmos a pagar. Que para eso están.
La rosa de los vientos, el firmamento, el ocaso en el alhajero de los
chiles.
Aunque por la Sangre de Cristo, por Santa Fe y Taos falte el mar.
LOS
EFECTOS DEL VIAJE SEGUN IBN ARABI
Hay tres
tipos de viaje y no cuatro que Dios reconoce: los que vienen de El,
los que van hacia El y el viaje en El.
Reconocer y
aceptar hasta sus últimas consecuencias la energía del corazón. Seguir
su huella. El movimiento, el viaje, es inherente a todo lo vivo.
Comprender
el viaje es develar la realidad; permite conocer el carácter del
viajero, adherir y separarse de los compañeros de ruta y por último,
recorrer el sendero que va del hombre al Creador.
Describir el
paisaje permite, entre los pliegues, introducir el desmadre personal:
siempre y cuando, claro está, no nos detengamos demasiado en un lugar.
El imprevisto es frágil y siempre está a punto de desmayo; rutina,
necedad y aburrimiento le son fatales.
Ni el exceso
ni la carencia sacian.
Luisa Futoransky
(Buenos Aires, Argentina, 1939). Reside en París desde 1981. Entre sus
libros de poesís se cuentan:
Partir, digo
(1982)), La sanguina (1987), Cortezas y fulgores (1997)
y Estuarios (2002). Ha publicado tres novelas: Son cuentos
chinos (1992), De Pe a Pa (2000) y Urracas, (1992);
y los ensayos Pelos (l990) y Lunas de miel, (2001). Se
le concedió la condecoración de Artes y Letras de Francia, la beca de
la Fundación Guggenheim y la del Centro Nacional de Letras de Francia.
Ha sido escritora invitada en la Universidad de Berkeley, en
California.
Luisa
Futoransky
(Buenos Aires, 1939) has lived in Paris since 1981 after more than a
decade residing in Rome, Israel, Tokyo, and Beijing. She has written
three novels, three book-length essays and a dozen books of poetry,
several of which have been translated into French; a book of selected
poems, The Duration of the Voyage, was published by Junction Press in
1997. She has also received a Guggenheim award and was made a
Chevalier de l¹Ordre des Arts et Lettres by the French government.
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