NEUS AGUADO
(Córdoba,
Argentina, 1955; reside en Barcelona)
del libro
Ginebra en bruma rosa
(Ed.
Lumen, Barcelona, 1989)
Necesito
llorar cuanto el silencio esgrime
para
acallar conciencias y neutralizar verdades.
Trepanar
con soltura los cerebros amigos
y
verificar que alguna vez existieron en mí.
Compadres
de alguna fiesta inconclusa
a la que
llegué con excesivo retraso.
Llegue
descalza como una antigua carmelita
y mis
hábitos –siempre fueron malos- impregnados de ron.
Mas eso
no fue óbice para brindar por todos ellos.
Miles de
copas he vaciado junto a mis amigos
y fieles
bebieron y fieles bebimos durante horas.
Ninguno
pudo acompañarme más allá de la vida
ni
tampoco quisieron acompañarme hasta la esquina.
Pero mis
amigos son buenos y todo lo festejan con vino.
Y yo soy
una ingrata porque siempre me quejo:
sin
comprender que ellos son mi único vino, la mejor la marca.
***
Nadie acuse a Ginebra, la reina.
Con
Lancelot soñaba cada noche
y
Lancelot se demoraba en justas y torneos.
No
supo ni quiso preservar su honradez
y
confundió a su caballero con senescales
y en
lechos de estameña hundió sus nalgas
a la
espera de montar fontana abierta.
Cómo
cabalga, cabellera al aire, en bruma rosa.
Cómo
apaga su sed bermeja en la hendidura.
Como una araña
impasible detrás de los cristales...
Como una
araña impasible detrás de los cristales
están mis
sentimientos escondidos en tu mirada.
No se
mueven, ni que los golpee el tiempo,
inmutables en el lagar del vino más rancio
esperan
que alguien rompa el espejo y no esperan,
están
allí incrustados en un cristal purísimo.
Y no
existe para cortar el diamante más fino.
del libro
Aldebarán
[Ed.
Lumen, Barcelona, 2000]
Las tablas de la ley
Saber que
cometes adulterio
para no
volver a cometerlo
que matas
para no volver a matar
que robas
para no volver a robar
que
codicias para no volver a codiciar.
Y aunque
no te lapiden
ni te
corten la mano
ni te
saquen los ojos
saber que
el alma está completamente mutilada y se arrastra peregrina
topando
con los ángeles que alguna vez tú misma mandaste desangrar.
Consejos domésticos
Sacar a
pasear el alma como quien saca un perro,
no
permitir que te ladre ni que te lama,
plancharla después del bronceado
y
procurar que no se queme, aunque arda.
Consumir
el fuego sobrante y, si no hay más remedio,
mandarla
una vez más a la hoguera o a la tintorería.
***
Y al
respetar la densidad de los sueños, coto hermosamente vedado,
ser uno
de los sueños más sabios y sagrados, ser la realidad
de días
plenos con su sol y su lluvia y la luna de la cosecha.
Y que
nada ni nadie destroce la esencia de nuestro sentir primero.
Y cuando
hayamos olvidado cuánto nos costó encontrarnos y reconocernos,
los
inmensos laberintos que nos precedieron hasta que salimos a la luz de
la espiral
con una
rosa chamuscada entre las manos como única prueba
de
nuestro peregrinaje a través de los subterráneos y sus acechanzas,
entonces,
digo, cuando hayamos olvidado que alguna vez
temblamos
y cambiamos nuestras almas y cambiamos nuestros cuerpos;
entonces
que una lluvia muy fina nos limpie por dentro despacito
y nos
otorgue la sabiduría de poder amarnos de otro modo,
como en
un arrebato de nostalgia de otros mundos y sueños,
como si
recomenzara una danza antiquísima que brotó en el inicio.
Es la voz
del encuentro...
Es la voz
del encuentro,
la
escucha como si fuese reo de muerte
y el
escucharla fuese su última voluntad.
Nadie
sabrá jamás el poder de sus labios,
el poder
de hipnosis del sonido
superior
al de los poderosos ojos.
Escucha,
pues, y muere.
Demasiada
tibieza para perseverar.
del libro
Entre
leones
(El Toro
de Barro, Cuenca, 2002)
La cínica belleza que el tiempo ha madurado
es la que me gusta a mí
qué le voy a hacer, qué le vamos a hacer
vade retro efebos y ondinas
La belleza de los cuarenta años
es la única que siempre me gustó
hasta enloquecerme
hasta hacerme abandonarlo todo
qué le voy a hacer, qué le vamos a hacer
Tout homme ou toute femme qui renonce à son désir
refoule son propre abandon
(Pascal Quignard)
Nec spe nec
metu
Alumbro
con una linterna de bolsillo
esta mi
casa que cobijó tu ira,
me parece
muy distinta, casi deshabitada,
la ira
llenaba todos los rincones
y ahora
ni siquiera hay tristeza
sólo vaga
una divisa de una dama italiana
que se
refugió sin temor ni esperanza
en los
libros de horas, en los iluminados.
Un día de
fiebre soñé una casa solariega
con las
persianas entreabiertas
marcando
el paso del sol y la belleza.
Tú me
dijiste que la habías visto a la misma hora
Seguramente no fue a la misma hora,
seguramente no fue la misma casa
aunque
días después la pudimos ver desde el tren,
entonces
ignorábamos que ya habíamos perdido el tren,
la casa,
las persianas, el paso del sol y la belleza.
del libro
Paseo
présbita
(La Gaya
Ciencia, Barcelona, 1982)
Absorber
fracaso tras fracaso...
Absorber
fracaso tras fracaso
la
escoria de todas las ausencias.
Reanimar
gesto tras gesto
la
parodia de la media vida.
Plantarse
miedo tras miedo
en frente
de la oración nocturna.
Para
gritar lentamente y sin esmero
las
únicas mentiras aún sin escupir.
Para
modular la eterna frase de la oportunidad.
Reconstruiré una a una las arrugas de tus ojos...
Reconstruiré una a una las arrugas de tus ojos
para
bebérmelas de golpe en primavera.
Atravesaré con mi tacto los pliegues de tu boca
para
sorberlos como un mejunje medieval.
Tu voz
dejaré que la reconstruya el mar
para más
tarde sellarla con un ramillete de algas.
Después
me columpiaré en tus quejas
(como
plumas de siniestras palmípedas)
y
atravesaré con mi sangre el hilo de tu aliento.
del libro
Intimidad
de la fiebre,
(El Toro
de Barro, Cuenca, 2005)
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sepia es
la herida
te digo
en el
retrato
no la
podrás distinguir
se ha
quedado en el fondo
y lo que
es peor
fue mi
máscara
en los
años
de
formación
como
suele decirse
19-VI-2002
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agonizas
en mí
treinta y
siete años
después
aún no
alcancé tu edad
es
curioso
que la
muerte haya
esperado
hasta
ahora
para irse
a paseo
estuvo
dentro de mí
treinta y
siete años
fue como
retenerte
como
parar el tiempo
pronto
blanqueará mi propio cadáver
pero ya
no será mi huésped
6-VII-2002
Neus
Aguado
(Córdoba, Argentina, 1955). Poeta, narradora y ensayista, es
licenciada en Arte Dramático y en Ciencias de la Información. Parte de
su obra literaria está recogida en los libros de narraciones Juego
cautivo (1986) y Paciencia y barajar (1990), y en los poemarios Paseo
présbita (1982), Blanco adamar (1987), Ginebra en bruma rosa (1989)
Aldebarán (2000) e Intimidad de la fiebre (2005). Reside en Barcelona.
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